Recorren mis pupilas
los ámbitos profundos
entre lentos abrazos,
                                      alas,
audaces ondas de alargadas manos frágiles.
De súbito, me yergue,
me arrastra el vuelo hasta la blanca cúspide
del vértigo y, tendido, en abandono
por sus anchas banderas,
bebo el secreto cristalino de la altura.
A los pies del vacío una gaviota
yace en asombro muda,
áptera, ciega, encadenada.
                                                  Y yo,
con la voz sofocada de los náufragos,
en silencio, sin pausa, voy muriendo.
Autor: Felipe Fuentes García
(*) Del libro Reflujo
... Felipe, leo sus poemaslentamente, con detenimiento, imaginándolos reales en las cosas y en el mundo; enhorabuena por ellos y por su cración; es un enorme aporte al campo de la poesía; reciba y reconocimiento y cordial saludo; o. de panthoseas
ResponderEliminarQuerido amigo Orión: Celebro tu paso por estos poemas y agradezco tus palabras. Son para mí un estímulo para este angosto camino de la creación poética. Recibe un afectuoso saludo.
ResponderEliminarFelipe Fuentes García
Sensacional poema, Felipe.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Ana
Gracias, Ana. Te quedo muy agradecido por tu opinión sobre este poema. Sabes bien que la tengo en una alta consideración. Recibe mi aprecio con un gran abrazo.
ResponderEliminarFelipe.
Otro gran amante de los pájaros, aunque no será el primero ni el último, recordemos a Juan Ramón, fue, es el bilbaino Eduardo Apodaca, de quien Ana Muela sabe más que nadie. Seguro que sintonizas con su poesía. apodaca.es.tl
ResponderEliminarUN poema que me ha dejado la dulce sensación de la verdad existencial. Es admirable la descripción que has hecho de esa visión, y el hallazgo de ese último verso.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Óscar