Sobre las mansas lindes de la noche
el oro se levanta audaz, henchido
como espiga en sazón que señorea
por los húmedos pliegues de la tierra desnuda;
es el ave de abril,
que muestra en plenitud su pecho.
Todo cuanto desvela el día al mundo
sabe de mí, y yo me sé en todo.
Germina la mirada y leo en los renuevos
que es eterna la aurora hacia el naciente,
que no puede morir este bullicio
con que se anuncia en la memoria
la muelle madrugada de un abrazo.
Autor: Felipe Fuentes García
(*) Del libro En la ebriedad del bosque
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