Palomas transparentes más allá de las sombras;
labores de la luz
donde los límites realzan,
como un orto el paisaje, la agonía.
Turbios cirros entierran los puñales celestes
y el negro cala
la honda latitud doblada en ábside.
Lo cóncavo recibe las preguntas.
Denso
es el grito en la médula del canto.
En este alumbramiento desde el dolor del día,
el hombre es noche
y de la voz del hombre nace el vértigo.
Autor: Felipe Fuentes García
(*) Del libro Íntimo extremo
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